La psicología educativa y del desarrollo es la rama de la psicología que se centra en la intervención en los procesos que afectan al aprendizaje y en cualquier alteración que se produzca en las diferentes áreas del desarrollo a lo largo de todo el ciclo vital.

Las dificultades de aprendizaje se trabajan mediante actividades variadas, lúdicas y manipulativas, utilizando distintos canales sensoriales y teniendo en cuenta los intereses y las necesidades de cada persona.

Las dificultades de desarrollo se trabajan mediante el juego, teniendo en cuenta la zona de desarrollo próxima del niño. Esta zona está situada entre su nivel de desarrollo real (aquello que es capaz de hacer por sí solo) y su nivel de desarrollo potencial (aquello que sería capaz de hacer con la ayuda de alguien más capaz).

En las sesiones es el propio niño el que va dirigiendo la intervención, a través de sus intereses y de su iniciativa, vamos acompañando y enriqueciendo su actividad para conseguir los objetivos planteados.

En los primeros años de vida se adquieren y perfeccionan las funciones de movilidad, de comunicación y de interacción social y el desarrollo cerebral es mucho más influenciable. Una intervención temprana específica y personalizada para el niño y su familia mejora el pronóstico de los diferentes trastornos del desarrollo e, incluso, puede determinar la transitoriedad de algunos retrasos en el desarrollo.

Aunque la psicología educativa se suele asociar a los niños en edad escolar y mayoritariamente es la población con la que trabajamos, esta intervención es beneficiosa para todas las edades, ya que estos procesos, además de influir en el aprendizaje, también nos permiten conducir, recordar un número de teléfono, orientarnos en un espacio y realizar cualquier otra actividad de nuestro día a día.

La estimulación cognitiva es importante, independientemente de la edad, porque nos permite entrenar y ejercitar al cerebro, tanto para ser más hábiles en las capacidades adquiridas como para mantenerlas intactas durante más tiempo.

Se trata de una medida de prevención tanto del deterioro cognitivo normal como del patológico.